La sombra es un elemento que siempre está presente en la ciudad y una abstracción de la realidad. Al unir diferentes sombras de distintas procedencias, estas comienzan a suscitarnos significados y relaciones que nos permiten leer la ciudad de otra forma, como por ejemplo el funcionamiento del espacio público y la sociedad en masa. También nos permite adentrarnos en un mundo abstracto y fantástico donde las sombras cobran vida y generan otros seres.

Durante el Renacimiento, la sombra se va a ligar a la estética de lo sublime ya la estética de lo siniestro; la sombra va a ser la representación de lo otro, de la parte negativa de nosotros mismos. En Platón, la sombra se interpreta como la contraposición a la luz divina o al conocimiento por excelencia. En la época romántica, se descubre de nueva esta carga simbólica de la sombra como la emanación abstracta subjetiva de la persona.

Este imaginario construido nos permite leer la sombra en dirección a unas características negativas de la sociedad de masas, sobre todo al reflejarse en el espacio público.

A su vez, la sombra también está ligada con el mundo subconsciente y, por lo tanto, con el mundo de los sueños. Esta relación surge en parte en el movimiento surrealista, que trabajaba las sombras como elementos de peso para dotar de credibilidad a los objetos surrealistas, ya su vez, influenciado por el psicoanálisis recién propuesto por Freud para la época. Esta carga también me resulta atractiva para poder hablar de la sombra como algo fantástico que de repente puede cobrar vida y hablar por sí sola.